
La idea de elegir una palabra del año proviene de la costumbre de la revista Time de elegir a la Persona del Año. La palabra ganadora no se selecciona mediante alguna fórmula especial, sino por el juicio de que fue particularmente significativa y representativa durante el año anterior. Face with Tears of Joy fue el emoji más utilizado a escala global. “Oh-oh”, pensé, “ha comenzado”. La caída oficial de la palabra escrita.
Esto me llevó a revisar la literatura en busca de la historia de la transformación entre palabra e imagen. Encontré la excelente obra de Mitchell Stephens The Rise of the Image, The Fall of the Word. En este libro, el autor nos guía por la historia del lenguaje, desde la primera aparición de la palabra hasta las primeras ilustraciones, datadas en unos 75 000 años atrás, y finalmente el alfabeto escrito hace 5000 años en Egipto. Stephens nos lleva en un recorrido cronológico: pensamiento → palabra → imagen → alfabeto.
Para que apareciera la palabra, debía nacer primero en la mente humana. Después del pensamiento llegó la palabra. Solo muchos miles de años después se empezó a representar cosas en paredes, rocas o árboles. Los primeros alfabetos estaban estrechamente ligados a imágenes y representaciones pictóricas del mundo, como en el caso de los jeroglíficos egipcios. La aparición de las vocales en griego permitió por primera vez escribir todos los sonidos que pensábamos y pronunciábamos. A partir de ese momento, ¡cada pensamiento podía escribirse! Y esta fue la primera gran revolución: la Grecia antigua trajo educación y difusión de la cultura, ya que el hombre dejó de depender de la memoria oral y pudo leer, escribir y crear su propia cultura.
Sin alfabetos, es imposible describir situaciones hipotéticas o irreales más allá del mundo inmediato. Esto fue comprobado por científicos que estudiaron sociedades iletradas en el siglo XX. Por supuesto, esas culturas podían inventar cosas maravillosas como la rueda, herramientas o la agricultura, pero no podían, por ejemplo, categorizar objetos similares ni imaginar nuevas variaciones de lo ya conocido.
El video es otra gran transformación del lenguaje. Una enorme revolución cultural. Nos cambió a todos hasta el punto de que el 82% de los consumidores tienen más probabilidades de realizar una compra después de ver un video en línea (estudio de Wharton Business School). Según Inc.com, uno de los 17 malos hábitos que hacen que los millennials parezcan poco profesionales es “no leer las cosas con atención”, incluidas las ofertas de trabajo. La caída de la capacidad de lectura y la falta de concentración entre los jóvenes empleados se atribuye a la digitalización rápida, el video y la velocidad de las imágenes que han enfrentado desde la infancia. Somos la generación YouTube. No es de extrañar que YouTube sea el rey oficial de la publicidad en video: permite un alcance global con costos mínimos y ha cambiado el mundo. Gracias a internet, nuestra comunicación se ha transformado en una experiencia centrada en la imagen. Las relaciones humanas son como las imágenes que consumimos: accesibles y rápidas, pero lamentablemente también vacías y carentes de valor.
Hoy en día, la cultura del video y la imagen rápida se refleja en servicios como Snapchat, Pinterest e Instagram. Snapchat permite enviar fotos y videos de 15 segundos que desaparecen tras ser vistos. Se lo ha llamado la “app de mensajes autodestructivos”. La plataforma tiene 6 millones de visualizaciones diarias; el 30% de los millennials en EE. UU. la usan regularmente. Evan Spiegel, cofundador de Snapchat, grabó un discurso de 4 minutos en YouTube dirigido a los padres de adolescentes. En él afirma: “Ahora usamos fotografías para hablar, nos comunicamos a través de imágenes”. También destaca factores clave: a diferencia de otras redes sociales, Snapchat permite recorrer las fotos de alguien cronológicamente —del principio al final—, porque así es como se cuenta la historia de una vida. Además, los usuarios pueden eliminar automáticamente videos y fotos, lo que cambia todo: ya no eres tu galería fija de fotos, sino la suma de experiencias vistas, eliminadas y olvidadas.
Todo esto me llevó a la conclusión: el video e internet nos dieron enormes oportunidades —comunicación fácil, intercambio de ideas, educación rápida—, pero también debemos recordar los posibles peligros. Los medios modernos responden a la filosofía de Heráclito: Panta Rhei, nada permanece, todo fluye y cambia. Si nuestras experiencias son volátiles, también lo serán nuestras emociones y relaciones: rápidas, débiles y sin verdadero valor. Snapchat y los emojis se basan en impresiones, igual que las pinturas impresionistas del siglo XIX: momentos que generan emoción y luego desaparecen en segundos.
Por otro lado, esto también nos permite olvidar lo que no consideramos significativo ni positivo, y centrarnos solo en lo que nos interesa realmente. Y 15 segundos en Snapchat pueden ser mucho tiempo para expresarse: si el contenido es aburrido, ese cuarto de minuto parece eterno; pero si capta tu atención, querrás más de inmediato. Lo mismo sucede en los negocios: un buen video promocional enviado al móvil y visto al instante será disfrutado como un video personal y aumentará las ventas del producto.